domingo, 26 de abril de 2015

Hugo Mujica: Alba adentro, blanco es el silencio


La desnudez de lo esencial   

...la riqueza de mi poesía consiste precisamente
en haber sostenido lo poético en la desnudez de lo esencial;
aparece la vida todavía desnuda y cada lector
puede arroparla con su propia vida... Se trata de mantener
la vida todavía desnuda: lo esencial.
Ahí somos todos iguales.
Hugo Mujica



Nacido en 1942, en Buenos Aires, la variedad de intereses de Hugo Mujica, está presente en una obra poética que más parece un refugio donde lo que se pretende es que se escuche el palpitar del soplo de un vivir verdadero.
Mujica estudió Bellas Artes, Filosofía, Antropología filosófica y Teología. Ha escrito narrativa, ensayo y, por supuesto, poesía. Se hizo pintor durante la década de los años sesenta. Luego de lo cual, hizo un voto de silencio por siete años. Entonces comenzó a escribir.
De ahí, que su poesía esté profundamente marcada por el silencio como el elemento central de su decir. 
Si fuera pintor, que de alguna manera lo sigue siendo, sus cuadros, lejos de estar cargados de colores y formas, serían un relato donde en el silencio, el silencio habla. 
Y es ese silencio el puente de vitalidad entre lo que se puede nombrar y lo que nos resulta innombrable, profundo, personal y entrañable.

Una forma de vivir, de ver, de nombrar, propone Hugo Mujica, donde podamos mirarnos, dice, “escuchando la música/ no el instrumento./ Siendo el pasar/no lo pasado”.
Somos todos, escribe Mujica, “un bailarín a tientas/ con una venda al viento cubriéndole los ojos”. Y el escritor fuera, en la idea que el poeta tiene de este acto de vida que es la poesía: “como un mendigo que diera él/una moneda a cada hombre que pasa”.

Edición impecable, coherente con el propio sentido de la existencia, del predominio del blanco y el silencio, la que debemos a la extraordinaria editorial mexicana Vaso roto. Misma que desde Monterrey se ha dado a la muy noble tarea construir lazos, puentes, resonancias.
Vaso roto, cuenta su fundadora, Jeannette Lozano, toma su nombre de aquella luminosa invocación del enorme poeta Hölderlin: Dejad que la vasija rompa el vaso para que todo lo divino se convierta en cosa humana.
Sea así, nos queda desear en estos y todos los tiempos, sea así.



domingo, 19 de abril de 2015

Iris Murdoch: La intensidad de imaginar; la belleza de pensar

 Entre fantasmas es siempre la guerra 


Nada hay más esencial para la cultura que
la enseñanza de la literatura. Pues es a través
de ella como se puede educar en hacer
de la imaginación la forma fundamental
de entender las situaciones humanas.
Iris Murdoch



Nacida en Dublín, la capital de Irlanda en 1919, escritora y filósofa, Iris Murdoch es una de las voces más lúcidas de la literatura en lengua inglesa del siglo XX, cuando de construir historias que ponen en entredicho los lugares comunes de las decisiones morales se trata.
Prolífica y compleja, Murdoch dio clases, escribió narrativa, teatro y ensayo filosófico hasta 1995 cuando comenzó a padecer Alzkeimer. Cuatro años más tarde, en 1999, moriría con un reconocimiento unánime a su enorme capacidad para unir pensamiento y literatura.

El mundo narrativo de Murdoch se caracteriza por la intensidad de sus personajes, así como por hacerlos caminar sobre la delgada línea entre las acechanzas del mundo interior y la implacable realidad del mundo externo. 
Sobre esta pista, que solemos llamar vida, Murdoch nos hace recordar que nuestras decisiones, incluso las que nos parecen más insignificantes, se encuentran siempre sujetas a la tensión entre el bien y el mal.

El mar, el mar es una de sus novelas más representativas. Galardonada con el Booker Prize, el reconocimiento más importante en lengua inglesa, la historia gira en torno a un hombre que decide separarse de la sociedad e instalarse en un lejano paraje frente al océano. Ahí, intentará escribir sus memorias y con ello, saldar cuentas con el pasado.
Un viejo amor de juventud mueve al protagonista en una lucha que es tan del ser humano como la vida misma: Ser en el tiempo, a través, gracias y a pesar del tiempo.
Descubrirá pronto, sin embargo, que la verdadera guerra será siempre la que hemos de librar con nuestros propios fantasmas. Tanto como aquellos combates que, teniéndolo a uno en el centro, librarán entre ellos en nuestra presencia.

El mar no tiene dentro ni fuera, es solo el mar. El mar, no tiene pasado, es siempre en el presente de su presencia. 
El pasado, la memoria, están allá, pero también aquí. Como el agua del océano se mezclan y cuando se mira a lo lejos parecen ser una y la misma sola cosa


 El mar, el mar
Editorial Lumen

miércoles, 8 de abril de 2015

Tomas Tränstromer: La sutil grandeza de lo pequeño

Mas la belleza persiste
¡El sonido de las palabras me proporciona 
una inmensa alegría! 
Un poema no es otra cosa 
que un sueño en la vigilia. 
Tomas Tränstromer


Deshielo a mediodía. Antología que recoge 50 años de labor fecunda del gran poeta sueco Tomas Tränstromer. Volumen editado con pulcritud por el sello español Nórdica Libros.
Reconocido con el premio Nobel en 2011, Tomas Tränstromer nació en Estocolmo en 1931, y murió, a los 84 años hace apenas unas semanas, el 26 de marzo pasado.

Se trata, sin duda, de un poeta en el que coinciden felizmente la dimensión cultural de su origen, de su lengua, su patria y sus paisajes, con una talla que lo lleva más allá del idioma en el que escribe, el sueco, para situarlo como un observador de la existencia humana.
Amante de la música, elemento presente de modo consustancial en sus poemas, un derrame cerebral privó a Tränstromer del habla y le paralizó la parte derecha del cuerpo, los últimos años de su vida. No abandonó sus pasiones. El pensamiento y la crítica sobre el deshumanizado mundo actual, la música, incluyendo la interpretación gozosa de conciertos para piano para la mano izquierda, y, sobre todo, escribir.

Un hombre capaz de hacer grandes cosas con palabras pequeñas, lo ha calificado su traductor y amigo, el poeta uruguayo Roberto Mascaró. A Mascaró, por cierto,Tränstromer lo conoció en el marco del exilio de miles de chilenos y uruguayos que en los años setenta fueron a parar a Suecia. Tränstromer y su esposa, Mónica, la única capaz de entenderle los últimos años, trabajaban en los setenta en una clínica que recibía y daba apoyo a los exiliados de América del Sur.

Poeta de la lejanía escandinava, sí, de las resonancias de una lengua tan engmática como extraña para nosotros, también. Pero particularmente, poeta que desde su sitio en el mundo, mira completo el mundo, lo examina, como la termita la madera, lo carcome de inteligencia. El poeta, dice Tränstromer, es el topo, es el águila.

Debemos a la extraordinaria labor de Nórdica Libros, este volumen que recoge desde sus primeros poemas publicados en 1954 hasta lo escrito 50 años después en 2004.
Medio siglo de una vida, de un estar en el mundo que, como él mismo dijera, fue creciendo como esa Enciclopedia que cada persona tiene escrita, y que crece en cada alma.    


 @atenoriom
www.atenorio.com





lunes, 6 de abril de 2015

Igor Stravinski: Piezas de un autorretrato

Perspectiva de un Octogenario






Apetitos musicales

Creo que los vuelos más altos de esta época La consagración de la primavera, Pierrot Lunaire, Gurrelieder, pueden equipararse a los grandes logros del pasado, a pesar de que exista caudal musical de ningún compositor de la época moderna que pueda compararse con el rico caudal de Bach, Mozart y Beethoven. Pero también es cierto que ni la época ni la naturaleza de la nueva música favorecen la fluidez en este sentido.
Debería aclarar que jamás he pensando en perspectiva acerca de mi participación en la música de este siglo. Mi actividad se veía condicionada no por conceptos históricos sino por la música en sí. Mi formación se debe en parte, en mayor y en menor medida, a toda la música que he conocido y apreciado, y he compuesto siguiendo mis propias inclinaciones.
Durante mi infancia me di cuenta de que tenía dotes musicales, y creía que esos talentos los otorgaba Dios. Toda mi vida he rezado para conservar la fuerza necesaria, y seguir siendo merecedor de ellos, y aunque estoy agradecido por las bondades de esta alianza tácita, a menudo he sido fiel a mi condición terrenal.

Nací en un mundo que creía en las relaciones causales, un mundo que se explicaba a sí mismo, y en gran medida en términos dogmáticos. He sobrevivido, a pesar de los distintos cambios de dirección, en un mundo que se explica también en términos psicoanalíticos, y he tenido que aprender acerca de un universo de factores anteriores que nos influyen. No entiendo la evolución en términos musicales, y no puedo predecir nada acerca del futuro de la música. Sólo soy capaz de seguir la ruta que marcan mis apetitos musicales.



Memoria, pasado y presente

Cuando Juan de la Cruz hablaba de la “mortificación del pasado”, ¿acaso se refería a que el miedo a cambiar el pasado es el miedo del presente? Mortifico mi pasado cada vez que me siento ante el piano a componer. Aunque no sienta ningún deseo de volver a atrás lo revivir un solo día de mi vida, he revivido mucho en los últimos años.
Cuatro trombosis cerebrales parecen haber desbloqueado los confines más remotos de mi memoria, ya que he podido deambular por el paisaje de mi infancia de uno modo inaudito hace sólo diez años, pero yo tiro de mis recuerdos del mismo modo que un montañero se aferra a su cuerda: sólo para ver cómo y dónde está atada.
No retrocedo, movido por la amenaza del paso del tiempo, porque no siento ningún deseo de volver. Y aunque mi subconsciente trate de cerrar el círculo, yo siempre quiero seguir una línea recta.
Para mi el sueño de un arqueólogo –el de Renan— de recuperar todo el pasado es una visión del Purgatorio, y el sueño de Coleridge de restablecer el conjunto de la experiencia pasada de una mente es una amenaza a la cordura....



Elogio del Cuarteto

El Cuarteto de cuerdas es el transmisor de ideas musicales más lúcido que existe, así como el más humano y el más instrumental; o, si no fuese así, natural y necesariamente, Beethoven, lo hizo así.
Dado su poder natural, el Cuarteto podía registrar un cambio armónico que la orquesta de su tiempo, que aún no era del todo cromática, ya además se veía dificultada con problemas relacionados con el peso y el equilibrio.
Asimismo, el Cuarteto es un medio más íntimo, y más agradable y duradero a largo plazo, que el color. Por último, su capacidad de resistencia es mayor que la de las formaciones de instrumentos de viento, y sus márgenes de velocidad y volúmenes suaves son más amplios.
Comparado con el piano, tiene sus ventajas en cuanto a la delineación polifónica, así como una gran variedad de articulaciones y matices dinámicos...
Igor Stravinsky


Fragmentos tomados de: Igor Stravinsky y Robert Craft, Memorias y comentarios, Trad. Carmen Font. Barcelona: Libros del Acantilado, 2013.



domingo, 5 de abril de 2015

Del reinicio, el arte


 Selección de Música Sacra

(En ocasión de la celebración del Domingo de Resurrección en el mundo católico)


Selección de Música sacra para acompañar el Domingo de resurrección

La Misa Solemne, de Beethoven (Benedectus)

Missa Salburguensis, de H. Ignace Biber


Siendo el día más festivo, las tinieblas quedan atrás y deberá santificarse con grandes obras:

La Misa Solemne de Beethoven, esa titánica partitura cuyo credo es la mayor afirmación de fe que compositor alguno haya escrito, y se cierra el ciclo de la Semana Mayor con la Missa Salburguensis para cincuenta y cuatro voces diferentes, cuatro cuartetos de solistas, orquesta de cuerdas, “esemble” de trompetas y timbales y dos órganos, del compositor de H. Ignace Biber, y cuyo “et resurrexit tertia die secundum scripturas…” cantado por el coro en triple fuga en todas las voces constituye el mayor monumento musical escrito por un compositor occidental. Muchos músicos se han quedado fuera de nuestra memoria, pero este breve recorrido musical situará al lector en una auténtica vía dolorosa musical y en un dorado domingo de Resurrección.


Extracto del artículo Música para los días de Cuaresma y Semana Santa de Celso A. Lara Figueroa del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela





 La Misa Solemne, de Beethoven (Benedectus)

Missa Salburguensis, de H. Ignace Biber

sábado, 4 de abril de 2015

Acordes de lo inexpresable


Sábado, en la espera

(En ocasión de las celebraciones del Sábado santo en el mundo católico)



Selección de música para Sábado Santo:


Réquiem, de W.A. Mozart

Réquiem, de Jean Gilles






Notas sobre Sábado Santo


El sábado Santo se ha de consagrar a las misas de muerto. Es el Réquiem por el Redentor.
De la multitud de Requiems y oficios de difuntos, recomendamos el Réquiem de Mozart, con su extraordinaria y conmovedora Lacrymosa; el de Jean Gilles (Versión de 1774), con sus portentosos y solemnes golpes de timbal y el sereno Réquiem para voces masculinas y órgano de Don Lorenzo Perosi. 
Puede concluirse la noche con la Sinfonía al Santo Sepulcro de Vivaldi, con el Cuarteto para ser tocado al final de los tiempos de Olivier Messiaen, o con la espeluznante obra et expecto resurrectionen mortuorum, para gran orquesta de instrumentos de maderas, bronces y percusión del mismo compositor, que prepara el espíritu para la alegría del Domingo: La Resurrección. 

Extracto del artículo Música para los días de Cuaresma y Semana Santa de Celso A. Lara Figueroa del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela




Nota sobre Messiaen y el Cuarteto para el fin de los tiempos

El 15 de enero de 1941 en punto de las 6 de la tarde, se llevó a cabo en la barraca 27 del Stalag VIII A el estreno mundial, para usar una fórmula, de El Cuarteto para el fin de los tiempos, de Olivier Messiaen. Pieza para chelo, violín, clarinete y piano, tuvo como sus primeros ejecutantes a los prisioneros: Etienne Pasquier, en el chelo; Jean Le Boulaire, violín; Henri Akoka, clarinete, y el propio compositor en el piano.
Así lo narra Messiaen. “El Stalag estaba rodeado de nieve. Éramos alrededor de 30 mil prisioneros (la mayoría franceses, pocos polacos y belgas). Los cuatro músicos tocábamos instrumentos arruinados: el cello sólo tenía tres cuerdas, las piezas de mi piano se pegaban. Así, con ese piano, al lado de estos tres grandes músicos, vestidos muy extrañamente, yo con un uniforme de un soldado checo y zuecos de madera. Así toqué por primera vez mi Cuarteto para el fin de los tiempos. Frente a una audiencia de cinco mil personas de todas clases: soldados, médicos, sacerdotes, comerciantes, intelectuales...Nunca había sido escuchado con tanta atención y entendimiento como aquella vez.”[1]

El Cuarteto está compuesto por ocho movimientos. Liturgia de cristal; Vocalización para el ángel que anuncia el fin de los tiempos; Abismo de pájaros; Intermedio; Alabanza a la eternidad de Jesús; Danza de la furia por las siete trompetas; Encrucijadas para el ángel que anuncia el fin de los tiempos; Alabanza a la eternidad de Jesús.
Esa tarde, poco antes de comenzar a tocar, Messiaen hizo una breve introducción, refiriéndose en particular a los elementos teológicos que acompañan la obra, y que quedan muy entendidos en la siguiente cita que corresponde al Apocalipsis: “Vi un ángel lleno de fuerza descendiendo del cielo revestido de una nube y con un arco iris sobre la cabeza. Su rostro era como el sol, sus piernas como columnas de fuego. Posó su pie derecho sobre el mar, su pie izquierdo sobre la tierra y, de pie sobre el mar y la tierra, elevó la mano hacia el Cielo y juró por quien vive por los siglos de los siglos, diciendo: ‘ya no habrá tiempo, apenas se escuche el sonido de la trompeta del séptimo ángel, se ha cumplido el plan misterioso de Dios.”[2]
Lejos de ser yo un especialista, un crítico musical y mucho menos un ejecutante, me remito de manera sucinta a algunas consideraciones sobre aspectos técnicos que suelen subrayarse del Cuarteto:
 Compuesto no en el orden que finalmente se adoptó, la parte tercera se escribió en Verdun y tuvo en mente la amistad con Akoka, lo que responde a por qué se trata de un solo de clarinete. Luego, ya en la prisión el primer movimiento escrito fue el cuarto, Intermedio, mismo que tampoco usa los cuatro instrumentos, pues es un trío. Las dos Alabanzas proponen dúos, la primera de chelo y piano, la segunda, de violín y piano. La parte séptima alterna la participación de los instrumentos, con diferentes secciones en las que se presenta un dúo, chelo y piano, y un trío, violín, clarinete y piano.
Por cierto, valga decir que este instrumento, el piano llegó al campo no mucho antes del estreno. Mientras compuso el Cuarteto, Messiaen no sólo se enfrentó a sus continuos desmayos por falta de alimento, sino a la ausencia de un piano en el campo. Los desmayos, se cuenta, sumados al implacable frío del invierno de 1940, que llegó a los 30 grados bajo cero, hicieron que Messiaen permaneciera en un estado de semi inconsciencias, en las que se alternaban sueños vívidos con francas alucinaciones. Cuenta Christopher Dingle que existen testimonios sobre cómo para Messiaen prisionero era comunes vibrantes imágenes de los ángeles rodeados de arco iris, anunciando el fin del mundo. Cuenta también que “un día, antes del amanecer, Messiaen presenció cómo el cielo se iluminaba con inmensas cortinas moradas y verdes y fue ahí donde sintió que las profecías estaban por cumplirse, en medio de la desolación y el miedo”[3].

No se piense, sin embargo, por ningún motivo, que estamos frente a un creador que desarrolló una de las grandes obras musicales del siglo XX poseído por la fiebre, las alucinaciones o, aún menos, como un panfleto de sus profundas creencias religiosas. Desde mucho antes de caer preso, Messiaen profesaba convicciones estético musicales muy claras. Reconocía como sus influencias básicas no sólo a Debussy sino también al gran músico Hindú del siglo Sarangandeva. Christopher Dingle asegura que Messiaen no nada más “redescubrió o resucitó modalidades antiguas, sino que descubrió en ellas nuevas e inconfundibles modalidades sonoras modernas con sus propias cualidades creativas. Con su música, -continúa Dingle-, Messiaen creaba no un estallido de sensibilidad, sino algo mucho más profundo. Una experiencia simultánea de movimiento y quietud”[4]. Esta última cualidad, por cierto, íntimamente ligada con la noción de tiempo y eternidad en Messiaen, punto al que volveré hacia el final de esta charla.
“Lo que Messiaen verdaderamente rechazaba”, -diría años más tarde Jean Le Boulaire, el violinista en el estreno del Cuarteto-, “era ser un prisionero de lo que dicta el ritmo convencional”[5] . “No me gusta ser binario. No me gusta caminar en dos pies, en pasos, en ritmos”, confirmaba el propio Messiaen cuando hablaba de su música y sus afanes por crear algo que expresara plenamente su visión del mundo y de la vida.
Mas, si por un lado le entusiasmaba esta ruptura de lo binario, o se emocionó al conocer el generador de ondas Martenot, un instrumento electrónico armado por primera vez en 1928; por el otro, a pesar de todo, o justamente por eso, es capaz de adjuntar una nota en la partitura original del Cuarteto en la que señala que el primer movimiento, Liturgia de cristal corresponde al despertar de los pájaros, específicamente a su modo de canto entre las tres y las cuatro de la mañana. Y en el caso del último, el octavo, remite al quinto movimiento al no usar más que el violín y el piano. Intenta, explica el compositor, subrayar “el segundo aspecto de Jesús, Jesús-Hombre, el Verbo hecho carne, resucitado inmortal para comunicarnos la vida”. Un mensaje de confianza y fe, sí, de confianza y fe, aun en esas condiciones, o justamente por eso, de confianza y fe en el hombre, sí, en el hombre.


Réquiem, de W.A. Mozart

Réquiem, de Jean Gilles






[1] Dingle, Christopher, op. cit., p.72.
[2] Rischin, Rebecca. Fort the End of Time. The Story of the Messiaen Quartet. 2003.  Ithaca, Cornell University Press, p.50.
[3] Dingle, Christopher. The life of Messiaen. 2007. Cambridge University Press. Pp.70
[4] Dingle, Christopher. The life of Messiaen. 2007. Cambridge University Press. Pp.22
[5] Rischin, Rebecca. Fort he end of time. The story of the Messiaen Quartet. 2003. Cornell University Press. Pp.39

viernes, 3 de abril de 2015

Arte y vida frente al dolor y la redención




Selección de música sacra

(En ocasión de las celebraciones en el mundo católico del Viernes Santo)

Algunas sugerencias de música sacra para acompañar el Viernes santo




Pasión del Redentor, de C.Monteverdi (Escritos para la Basílica de San Marcos)



Stabat Mater, de G. Pergolesi

Stabat Mater, de G. Rossini

Stabat Mater, de Joseph Haydn (Parte I)

Stabat Mater, de Palestrina

Stabat Mater, de Vivaldi



El viernes santo deberá iniciarse con los Oficios de Tinieblas del Viernes (Victoria o Palestrina), que prepararán el alma para la Pasión del Redentor. 
Hacia la hora nona se escucharán los desgarradores motetes penitenciales de Claudio Monteverdi, escritos para la Basílica de San Marcos. 
En seguida la versión orquestal (o bien coral), de las siete palabras de Cristo de Joseph Haydn y las siete palabras de Cristo desde la Cruz de Heinrich Schütz. 
La muerte del Redentor se celebra con la música del alma: el silencio.
En seguida, después de la hora tercia, la tierra se sacude y llueve en el corazón de los hombres. 
Deberá acompañarse a la Madre dolorosa del Redentor, “que llora desconsolada al pie de la cruz donde pende su hijo”, escuchando un Stabat Mater. 
Los más conocidos son los de Giovanni Pergolesi y Giacomo Rossini, y los más profundos: los de Joseph Haydn, Palestrina y Vivaldi. 
Luego los grandes motetes “penitenciales fúnebres” Miserere mei Deus y el Dies Irae de Jean Batista Lully, y el Salmo De Profundis de André Campra, M. A. Charpentier y Michael Richard Delalande, todos compositores del siglo XVII francés.
En horas de la noche deberán escucharse los Improperia (o sea los responsorios que constituyen los reproches de Jesús a su pueblo por haberlo abandonado). 
Los más hermosos e impregnados de profunda emoción fueron compuestos por Palestrina y, en particular, por Luis Tomás de Victoria.


Extracto del artículo Música para los días de Cuaresma y Semana Santa de Celso A. Lara Figueroa del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela




Pergolesi y la forma del Stabat Mater


Giovani Batista Pergolesi es un compositor italiano, nacido Jesi, cerca de Ancona (Estados Pontificios) en enero 4, 1710 y fallecido en Pozzuoli, cerca de Nápoles, en marzo 16, 1736.
Aunque Pergolesi murió a la edad de 26 años, el catálogo de sus obras es bastante extenso, comprende: Operas, Cantatas, Música de Cámara, Música Sacra, etc. Sin embargo, su música es poco conocida, y no ha pasado totalmente al olvido gracias a su ópera “La Serva padrona”, algunos “Concertinos”, para orquesta de cuerdas, y su “Stabat Mater”.

En sentido general el “Stabat Mater” es un canto de la liturgia católica romana que expresa el dolor de la Virgen al pie de la cruz en la cual expira su hijo. En la ioglesia se canta en la Semana de Pasión y en el día de Nuestra Señora de los Dolores (15 de septiembre). Toma su primer verso del texto, que dice: “Stabat Mater dolorosa, iuxta crucem lacrimosa” (Estaba la Madre adolorida llorando junto a la cruz).
Notables compositores de diversas épocas escribieron música basada en este texto latino. Entre ellos figuran: Josquin des Pres, Palestrina, Victoria, Pergolesi, Rossini, Haydn, Dvorak, Pouec y otros.
El “Stabat Mater”, de Pergolesi, fue escrito por encargo de la hermandad de la Iglesia de San Luigi dei Palazzo, en Nápoles. Esta conmovedora obra fue compuesta para un dúo de “castrati”, pero desde hace tiempo lo cantan: una soprano, una contraalto, y coro de voces femeninas, con acompañamiento de orquesta.
Poco antes de su muerte, Pergolesi se había recluido en un convento de franciscanos, donde murió después de haber escrito los últimos compases de su “Stabat Mater”.
Julio Ravelo

Tomado de: Apreciación musical. Santo Domingo: Instituto Tecnológico, 2000. pp. 453-54




Algunas sugerencias de música sacra para acompañar el Viernes santo

Pasión del Redentor, de C.Monteverdi (Escritos para la Basílica de San Marcos)



Stabat Mater, de G. Pergolesi

Stabat Mater, de G. Rossini

Stabat Mater, de Joseph Haydn (Parte I)

Stabat Mater, de Palestrina

Stabat Mater, de Vivaldi