Ensueño del vengador
Espíritus. Benignos. Veleidosos. Arrogantes. Llenos de
misericordia. El reino en el que reinan. Escondidos.
Visibles. Para quien
quiera verlos. Confiar en su justicia. Sin dudar. En medio de la incertidumbre,
más.
Cuando se ha perdido todo. O casi.
Isangel.
Así se llama la capital la isla de Tanna. 40 kilómetros de largo. 19 de ancho. Pacífico
sur.
Isla cuyo devenir sangriento corre de la mano de la convicción de una parte
de su población, que hay un poder de lo maligno que todo determina.
Nombrada
“nahak”, se torna en una ideación que aseguraba que toda enfermedad devenía del
contacto con el “extranjero”, y que rápido se extendió al asesinato de viudas y
prácticas de canibalismo.
A
su modo, Chigozie Obioma, el nigeriano que de manera más reciente ha alimentado
la admiración mundial por el gran caudal literario de esa nación africana.
Obioma ha construido
una alegoría trágica sobre el destino de una familia que, a modo de ejemplo,
representa la degradación social imperante en la Nigeria de los años noventa.
Desdicha,
pobreza, muerte se conjuntan en “Los pescadores”, la historia de cuatro
hermanos que, bajo el “poder de lo maligno”, miran sus destinos teñirse de
sangre y espanto.
Tres de los niños creen en la profecía de un personaje
singular, quien predice la muerte de uno de ellos.
Esto basta para que, en
medio de un mundo que se siente a la deriva, uno de los infantes, a la manera
del nahak, se entregue sin reservas a la sugestión.
Lo
que sigue es la precipitación de hechos tan crueles como al parecer
inevitables. Un mundo donde reina la sensación de que nada ni nadie ha de ser
salvado. Un hecho trágico sigue a otro. Como si fueran simplemente oraciones
que se encadenan.
El “poder hipnótico de Obioma”, dice su
traductora al español, aunque quizá sería más certero decir: el poder hipnótico
del profeta que sostiene que detrás de todo está el “nahak”.
El alivio, así sea
doloroso, de quien lo acepta, porque encuentra en ello, por descabellada que
parezca, una explicación, un orden.
Enemigo
infatigable, tal cual escribe Obioma, el nahak verdadero no reside en el
exterior sino dentro de cada cual.
El que aguarda la voz del hechicero, para
asignarle un nombre en el afuera.
Aquel que, desde la aflicción y el desconcierto,
incita a creer en el poder de lo maligno.
Ensueño del vengador.
@atenoriom
antoniotenorio.com