Desafiar la archiespecialización
Algo.
Concreto. Central. Claro. Previsible. Regular. Esa es la palabra. Las formas
regulares. Saber. Sobre ese algo. Saber archiespecializado.
Ser, a la vez, el
archivista y el archivo. El especializado y la especialización. Una eminencia.
Ser
zorro o erizo, el que sabe mucho de una sola cosa, el que sabe algo de muchas
cosas, según la clásica forma del griego Arquíloco, retomada después con
excelsa brillantez por Isaiah Berlin.
La modernidad se decanta por la primera. Conocer
progresivamente, más sobre menos. Un tipo de conocimiento que pudiera ser
aplicado, además, sobre el estable reino de la regularidad.
Las
relaciones entre el todo y las partes, sin embargo, son siempre más complejas.
Su
equilibrio es frágil, y éste suele estar cruzado por los “errores” con los que,
en el pasado, fuera de lo que Kuhn llamaba "su integridad histórica", suele
juzgarse la verdad.
En buena medida por eso, Kepler es tan fascinante. Pues al
combinar datos antiguos con juguetes antiguos, resalta Benoît Mandelbrot, al
dedicarle sus Memorias, fundó una ciencia.
El
propio Mandelbrot fue visto durante muchos años, por decir lo menos, como un
sujeto “inestable” yendo de un campo a otro del conocimiento sin anclarse en
ninguno.
Occidente mira de tan mala manera a los que buscan sin parar, advierte
Mandelbrot, que ocupan el sitio más recóndito en el Infierno de Dante.
Lejos
de la archiespecialización, Mandelbrot jugó con ese riesgo.
Al final triunfó.
Padre de la geometría fractal, cumplió su anhelo de encontrar modelos para
medir lo que parecía imposible: la irregularidad.
Cúmulos de galaxias, árboles,
litorales, nubes, entre sus pasiones.
Es
la irregularidad y no su contrario lo que predomina en la naturaleza y la
cultura. Tal es la tesis. Nos rodean irregularidades repetibles.
Qué es una
nube, ejemplifica Mandelbrot, sino las formas de volutas sobre volutas que la
dan forman.
Cada parte del todo es como el todo, pero a una escala menor que se
enhebran. Ese, el collar de perlas anómalas con el que comprendió el universo.
Parte y todo.
“Mezclas
de remolinos”, parecería una buena definición para sociedades en graves crisis
de degradación social, siguiendo a Mandelbrot.
En el menor de los ciudadanos, y su conducta
éticamente anómala, la del mayor de los ciudadanos actuando de la misma forma.
El
mismo acto, sí, pero a escala distinta.
Apariencia igual. Significación
distinta. Moral e históricamente. Reside ahí, dramática y funesta, su
fractalidad.
@atenoriom
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