sábado, 27 de agosto de 2016

Erwin Schrödinger: combate

La virtud se aprende






Freno. Resistencia. Recato. La integridad de los hechos. Pero de la misma forma, reciedumbre. Larga es la tradición del pensamiento clásico antiguo en esta dirección.
“La virtud se aprende”, dicta el apotegma de Antístenes. Para quien ésta devenía nada más que de las obras. Y exigirá, tal sentido de virtud, no sólo el temor bueno, como lo nombra Cleantes, sino a un mismo tiempo la manifiesta capacidad del propio freno, a que conminaba el esclavo Epicteto.
De otro modo, la Yourcenar se hizo cargo, asimismo, de la idea de la vida cual prolongada e intensa refriega interior.
“Alexis o El tratado sobre inútil combate”, usó como título de la novela, breve y mayor, en la que el protagonista deja testimonio sobre la imposibilidad de ir contra sí mismo y la pulsión de amor que le abrasa.
Se lucha, se aprende y ello se incorpora en algún momento a ese río al que nombramos experiencia.
Mas como temprano alerta Schrödinger, queda por indagar el modo en que lo aprendido se suma a la transformación de lo humano entre una generación y otra.
Esa línea fronteriza, sobre la que “cada día de la vida de un hombre representa una pequeña porción de la evolución de la especie que aún está en pleno movimiento”.
La experiencia, y en particular, el ejemplo, será entonces para Schrödinger el vehículo biopsicosocial para alentar el desarrollo de un grupo frente a dificultades y decisiones.
“A cada paso en nuestro día de nuestra vida, algo de la forma que hasta entonces poseíamos debe cambiar, algo en ella debe ser vencido, suprimido y sustituido por algo nuevo”, escribe el Nobel, al postular una teoría de la conciencia como fundamento de una ética que represente el triunfo del autodominio. 
No sorprenda, pues, en esa línea, la resistencia, abierta o esbozada, de todos aquellos grupos que lograron antes sobrevivir a partir de cierto comportamiento al que ahora se les exige renunciar.
Disolver la conducta que les hace ser, expresan, es cual disolverse, cual extinguirse por mutuo propio.
¿Por qué hacerlo, por qué sucumbir al entorno? Tal, su conflicto insalvable.
Pues si como postula Schrödinger, la especie misma es cincel y piedra a la vez, aquel que se aferre en ser piedra, y solo piedra, habrá dejado pasar la ocasión de ser cincel. De aprender en la mesura y el triunfo sobre sí, que la virtud se aprende.