domingo, 3 de mayo de 2015

G.C. Lichtenberg: Lo insólito como escritura


El temperamento del asombro


Las criaturas no constituyen tanto una cadena,
como lo poetas a menudo expresan, sino una red,
porque con frecuencia se unen también desde los lados.
Como las transiciones de los animales
y piedras de una especie a otra y
de un género a otro muestran con claridad.
G.C. Lichtenberg, 1766

Nacido en la ciudad alemana de Gotinga en 1742, a Georg Christoph Lichtenberg se le reconoce como uno de los grandes científicos del siglo XVIII, del mismo modo que como un escritor de una inteligencia original, por no decir excéntrica para la época, capaz de revelar en textos brevísimos deslumbramientos aforísticos que han quedado para la historia.
Francia tiene a Montaigne y Alemania a Lichtenberg, no duda en afirmar Jaime Fernández, a quien debemos la Introducción de este el primer volumen del extenso mapa escritural que representan los Cuadernos de este pensador irónico, estrafalario y en algunos asuntos, tal como su sospecha del contenido de los sueños, adelantado por mucho a su época.



Un observador que mira e indaga todo cuanto lo rodea, un curioso incurable que va de las matemáticas a la crítica social mordaz, un hipocondríaco que adelanta que es esa su enfermedad, el hombre atormentado por su deformidad física que resume en unas cuantas líneas reflexiones profundas sobre el cuerpo, el amor, la sexualidad, la comida, en fin, la vida tan rica y ancha como pueda ser.
Toda una vía láctea de ocurrencias, dice Fernández, quien recupera la definición del propio Lichtenberg. Metódico al punto de no dejar de apuntar a diario todo cuanto pasaba por su cabeza hasta conformar, claro, toda una galaxia de anotaciones, que las más de las veces más parecen dardos hechos de escritura certera que meras pirotecnias del ingenio.

En español, antes de esta edición de los Cuadernos, el Fondo de Cultura Económica publicó una antología preparada, traducida y presentada por Juan Villoro. Un libro notable, sin duda. “La voz en el desierto”, tituló Villoro a esa presentación, la cual comienza diciendo, justamente, que Lichtenberg destestaba los prólogos, calificándolo como un hombre que “vivió deslumbrado por el insólito origen de las cosas”.
Aquella edición del FCE, la editorial mexicana decidió titularla Aforismos, aunque el propio Lichtenberg, y su época, desconocían el término y aun más que sería recordado como un maestro del género.

De escurridiza definición, el aforismo, bien lo apunta Vila-Matas, es más fácil definir por contraste, es decir, lo que no es un aforismo. En todo caso, el autor de Lejos de Veracruz, no duda en atribuirle al aforista de Gotinga una hazaña monumental. Dice de éste: creador de grandes y cómicas miniaturas portadoras de epifanías, Lichtenberg fundó, con la ayuda de Sterne, la risa contemporánea.
Autor que confronta a quien lo lee con lo que Juan Villoro denomina un temperamento intelectual, antes que un sistema, para “Lichtenberg el lenguaje sólo se conoce a través de sí mismo”. Un lenguaje que distinto a quien tiene la clara conciencia de que lanza una máxima al porvenir, en Lichtenberg todo está teñido o de un “tal vez”, cuando no, desde la incierta iluminación del asombro mismo desplazando a la omnicomprensión y la sentencia.  

Más que relevante resulta, pues, el esfuerzo que hace Hermida Editores por compilar completa la escritura de este pensador único, en la traducción de Carlos Fortea.
Relevante por sí misma, pero aún más haciéndolo en una época, la nuestra, en la que la facilidad de escribir y publicar en las redes sociales, hace parecer, de modo frecuente, que se espera que de las palabras vengan las ideas; cuando como en el caso de Lichtenberg queda claro que si no es al revés, y que si no hay ideas antes que las palabras, todo queda en ocurrencia y nada más.


Cuadernos, Vol. 1, G.C. Lichtenberg.
Jaime Fernández, Introducción. Carlos Fortea, Traducción.

@atenoriom




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