Al pintar, el cuerpo escribe
“Ver un cuadro es oírlo: comprender lo que
dice.
La pintura, que es música,
también y sobre todo es lenguaje”
Octavio Paz
¿De
dónde viene el halo de luz que acompaña a quien pinta? ¿Cómo logra quien pinta
para que una red infinita de trazos, solo trazos, se abran al viaje infinito de
la mirada interior de quien mira?
Escritores
de todas las épocas se han rendido al arte supremo de la pintura, a su hechizo
deslumbrante y su libertad ilimitada.
Octavio
Paz no escapa de esta pregunta y, como se sabe, a lo largo de su vida creativa
desarrolla un muy amplio trabajo en torno al origen, desarrollo, vínculos y
recepción de obras visuales que le interesaron. Ello bajo el punto convergente
del proceso creador que rodea tanto a lo literario como a lo pictórico.
Paz
incursiona en el laberinto del mirar y del abreva una sustancia que estimula su
inteligencia y capacidad reflexiva. Dice el poeta: “El privilegio mayor es ver cosas nunca vistas: obra de arte.
Desde muy joven sentí invencible atracción por las artes plásticas y muy pronto
empecé a escribir sobre ellas, nunca como un crítico profesional, sino como un simple
aficionado”.
A
través de trazos, líneas, colores y sombras, desde siempre la pintura ha
tendido su manto de misterio y fascinación sobre narradores y poetas. De ello,
se ocupa justamente la antología Relatos
célebres sobre la pintura, preparada por Daniel Aragó, y reeditada hace no
mucho por Áltera ediciones.
Escritores
tan distintos entre sí como Hoffmann, Balzac, Poe, Henry James, Chejov, Maupassant
o Rilke, encuentran un punto que los une en el irrestible misterio que les
despierta quién y cómo pinta lo que pinta.
La tela que nos hace mirar. La pintura. La tela que al mismo tiempo es una mirada, la mirada del artista sobre el mundo. Una, esa mirada que se escabulle y se adentra en nuestra mirada. Esa mirada, la del pintor, que de pronto, sin sentirlo, ya es nuestra mirada, ya es en nosotros una forma nueva de ver el mundo, de verlo como no lo habíamos visto nunca antes.
“Te
aconsejo, dice un personaje del cuento de Hoffmann que aparece en esta
antología, que te acostumbres a dibujar figuras para ordenar tus ideas y todo
lo verás más claro”.
Los
privilegios de la vista, llamó Octavio Paz a esta capacidad del que mira y
pinta, del que pinta y nos hace mirar. Nuestra gran poeta, gustaba también de
admirar en los pintores su tarea como un ejercicio de la libertad, incluso
física.
Quien
pinta camina, se acerca y se aleja, danza, incluso, mientras con todo el cuerpo
va escribiendo a su propio modo sobre la tela.
Escribe
a su modo. Libre, sensible, irradiando de su cuerpo las letras de su propio
vocabulario. Para volverlo movimiento, vida. Para darle existencia y devolverlo
al mundo de la vida. Como forma, como luz, como trazo y color; como sonido.
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