jueves, 2 de abril de 2015

Doliente es el hombre, música sacra para Jueves Santo

Selección de música sacra

(En ocasión de las celebraciones en el mundo católico del Jueves Santo)

Algunas sugerencias de Música Sacra compuesta para acompañar para el Jueves Santo:



-- La pasión según San Mateo, deJ. S. Bach (Erbame dich)

 




   

Nota introductoria sobre la selección


El jueves santo inicia la Iglesia Católica el rito positivo (la entrada de lo profano a lo sagrado, una vez purificado). La única puerta viable es la música de Beethoven con su oratorio Jesús en el Monte de los Olivos, tal vez la mejor partitura del venerado maestro de Bonn. Seguidamente deberá escucharse una de las obras cumbres de la literatura musical barroca.
La Pasión según San Mateo de Juan Sebastián Bach, con sus inmensos corales, semejantes a catedrales góticas y soles infinitos, sus ariosos y recitativos, así como su conmovedor coro final: “El señor al fin descansa en paz”, que es un tierno adiós al Salvador y el más hermoso de los coros fúnebres; “Nos sentamos entre lágrimas”, el cual termina con el suplicante y amoroso coral “Descansa dulcemente”.
En la noche, puede escucharse la segunda parte del Oficio de tinieblas de Victoria, que permite acompañar a Jesús en la prisión romana. Puede concluirse con la Pasión según San Marcos de Don Laurentino Perosi.

Extracto del artículo Música para los días de Cuaresma y Semana Santa de Celso A. Lara Figueroa del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela



Nota sobre La pasión según San Mateo BWV 244


Entre 1727 y 1729, Bach compuso uno de los monumentos artísticos de la humanidad, La Pasión según San Mateo BWV 244, obra a la que cualquier adjetivo le queda pequeño.
El estreno, que pasó desapercibido, tuvo lugar en la iglesia de Santo Tomás Moro de Leipzig con Bach dirigiendo a los solistas vocales, dos orquestas de diecisiete músicos cada una, dos grupos corales de doce cantantes y un coro infantil. Era el 15 de abril de 1729, Viernes Santo, aunque también se especula sobre si la primera audición fue dos años antes, el Viernes Santo (11 de abril) de 1727 en la misma iglesia.
Despúes, Bach revisó la obra para una interpretación posterior que tuvo lugar en 1736, y hacia 1744 volvió a retocar La Pasión según san Mateo para ser ofrecida ese año en concreto. Con todo, la versión de 1736 se considera la definitiva y es la más comúnmente instretada.
La partitura no se editó hasta 1830, en Berlín (Mendelsonhn había entrado en contacto con esta obra cuando su abuela le regaló el manuscrito como regalo de Navidad en 1823, y era entonces una auténtica rareza).
Bach nunca compuso una ópera, aunque ciertamente en algunas cantatas (tanto sacras como profanas) y en sus pasiones (especialmente en la Pasión según san Mateo) puede hallarse un espíritu (no cabría aquí hablar propiamente de un estilo) cercano al mundo de la ópera, especialmente en lo que afecta a los efectos dramáticos, al desarrollo musical ligado a la acción y al argumento, y, sobre todo en el caso que nos ocupa, tanto por la profunda humanidad de su música como por el de los propios personajes que son cuaquier cosa menos hieráticos.
Como muestra, Jesús, interpretado por una barítono en un estilo recitativo y cuya línea vocal se eleva sobre el acompañamiento de las cuerdas, llegando en algún momento ( caso del episodio en el que pronunica las palabras “Dios mío, ¿por qué me has abandonado”?) a quedar prácticamente solo, con un sobriedad tan sobre cogedora como el profundo dramatismo subyacente tanto en el texto como en la propia música.
Realmente, en esta obra, Jesús, más que un ser divino, es un hombre que sufre...
Las arias son de una expresividad intensa, a menudo cargada de expresividad intensa, a menudo cargada de subjetividad, aunque los momentos corales alternan lo grandioso y el recogimiento, el espíritu que domina a lo largo de toda la composición es más íntimo que extravertido, más meditativo que espectacular en lo que a expresión dramática (muy eficaz aquí) se refiere, si bien no faltan episodios de auténtica desesperación, como la impresionante aria para contralto y violín solista Ebarme dich mein Gott,uno de los momentos culminantes no sólo de esta Pasión sino de toda la música de Bach (que es lo mismo que decir de toda la historia de la música).
Josep Pascual
Tomado de “La Pasión según san Mateo”, en Guía Universal de la Música. Barcelona: Man Non Troppo, 2004. p. 27

Algunas sugerencias de Música Sacra compuesta para acompañar para el Jueves Santo:


-- La pasión según San Mateo, deJ. S. Bach (Erbame dich)

 




  

Guillermo Prieto: Un país y su gran Biblioteca




Inauguración de la Biblioteca Nacional de México

En (ocasión del Aniversario 131  de la inauguración de la Biblioteca Nacional de México, el día 2 de abril de 1884)



Oda a la Biblioteca Nacional

¿Qué es lo que miro? dije, y voz potente
Respondió:  es el alma humana
Que surge de la muerte, que luciente
Se adhiere, se confunde, y en su esencia
Forma ese mar de luz que domina
Sublime la Suprema inteligencia...

El hombre a la memoria
Su tránsito fugaz enconmedaba,
Y ola vagabunda de su historia
Otra ola indiferente la borraba.
Ansiando lo inmortalen loco anhelo
Procuró detenerse el pensamiento,
Y al estrellarse en su girar violento
Al pie de la pirámide y el muro,
Se estampó el jeroglífico luciente,
Huella de los recuerdos dela mente,
Y se vio luz en el pasado oscuro,
Y luz de aurora iluminó el futuro.
Era el gesto, era el grito, era ¡oh, mortales!
La historia que en su cuna sonreía
Y dando de su vida señales
En brazos de la piedra balbucía...


¿Qué es el libro? ¿Qué expresa? ¿Qué excelencia
Representa en el mundo de la mente,
Flor bellade la humana inteligencia?
Es lámpara radiosa en que la llama
Inmortal vive de la humana idea;
Es búcaro sagrado que contiene
Perfumes del espíritu del hombre
Que del tiempo fugaz se enseñorea;
Es la nube que encierra silenciosa
El rayo destructor, que cuando truena,
La humanidad se eleva victoriosa
Y arranca en su cuello la cadena;
Es mágica mansión en que palpamos
Triunfantes del olvido
El cálculo sutil, la angusta ciencia,
El delirio, y el gozo, y el gemido,
Y el grito aterrador de la conciencia.
¿Oh! Dios se mira aquí, que aquí radiante
La humanidad encierra su esperanza;
De aquí brota en acento inextinguible
El osana inmortal en su alabanza.


El hombre aquí cual geólogo atrevido
Indaga, ehuma, estudia y analiza...

Ven,  México, a la luz. En viva llama
Del sol de gloria tórnase un día,
Enriqueciendo de la patria mía
Los lauros inmortales de su fama.
Ven, México, a la luz. Manjar de vida
Le brinda a la mortal inteligencia,
La sagrada igualdad enaltecida
Brilla en medio del arte y de la ciencia...


Los himnos sacrosantos del progreso;
Que te acaricien con amante beso
Las almas silenciosas;
Que se amamante en tu divino pecho
En que palpita sangre mexicana,
La dignidad humana,
Y la paz, y el progreso, y el derecho.

Guillermo Prieto
Abril 2 de 1884


Tomado de: “Oda”, en Folleto Inauguración de la Biblioteca Nacional de México, Abril 2 de 1884. México: Imprenta de Irineo Paz, 1884.


miércoles, 1 de abril de 2015

Milan Kundera: En la búsqueda está el hallazgo:


La única certeza de la novela es la sabiduría de lo incierto 



Me complace pensar que el arte de la novela
ha llegado al mundo como eco de la risa de Dios.
Milan Kundera

Para Milan Kundera la literatura es el espacio ilimitado de reflexión sobre la existencia. El espacio de lo complejo. Sitio donde se persigue no la verdad única y acabada sino la duda y el cuestionamiento permanente, como símbolo de movimiento, de renovación.

En esa medida cada nueva obra comenzando por La Broma –escrita en 1965—es una tarea inacabada, un intento inconcluso; aunque, por supuesto, en sí mismo el texto pueda ser un producto acabado  y finito.
Es decir, se trata de estar continuamente escribiendo, engrandeciendo la misma obra; la fatalmente inacabable obra literaria. Cada nueva novela, cuento o poema no es mas que la eterna continuación de la anterior, así como la precedente lo fue, a su vez, de otra. 

Dicho en palabras de José Emilio Pacheco: “Escribir es un cuento de nunca acabar y la tarea de Sisifo. Paul Valery acertó: No hay obras terminadas, solo obras abandonadas”.
Mas para este Sisifo moderno lo que importa no es que la piedra se sostenga por sí misma, sino por el contrario, su continuo rodamiento. Es esto lo que le permite al hombre mítico cumplir su tarea de nueva cuenta. 

En la medida en que la figuración literaria revela la circunstancia extrínsica e interior del hombre, aumenta la complejidad que se cierne sobre ambas condiciones de la existencia. De la misma manera, para Kundera la literatura será un fin en sí misma, solo cuando se convierta en el medio más adecuado, y quizá en el más bello, para reflexionar acerca de la condición humana.
La obra de Kundera, así, estará siempre situada en la búsqueda. “Todos los novelistas escriben, probablemente una especie de tema (la primera novela) con variaciones”, dice el checo. No debe resultar extraño, entonces, plantear quelas obsesiones, lejos de restar importancia al proceso de búsqueda continua, se convierten en un instrumento de éste.  Las variaciones de las que habla Kundera, son el instrumento a través del cual el autor siente encontrar mayor motivación en el proceso mismo de la búsqueda que en el propio encuentro.


 El novelista adquiere, de acuerdo con la concepción de Kundera, una nueva y más profunda dimensión y responabilidad: no en tanto historiador, porque lo trasciende al crear una realidad alterna, o profeta que pregona el porvenir, sino como explorardor de la existencia.
De esta forma, el escritor asume su papel crítico, reflexionando acerca de la realidad humana en sociedad, a la cual concibe como un mundo donde impera la ambigüedad y la relatividad. Su carácter ambigüo se lo otorga el continuo transcurrir de la historia; pero sobre todo, la fatal condición de no poder vivir más que una vez.

De esta manera, la situación histórica, ese terreno donde la literatura hunde sus raíces, no está concebido por Kundera como un decorado ante el cual los personajes desarrollan situaciones humanas. No se trata de una escenografía desprendida del acontecer humano; la situación histórica es, en sí misma, una situación existencia in crescendo...
Si Kundera decide transitar por los misterios de la existencia humana, en la perspectiva del individuo, en su intimidad, es porque “los mecanismos que funcionan en el interior de los grandes acontecimientos históricos... son los mismos que rigen las situaciones íntimas”, asegura.

Así como son expresión de lo más loable de la humanidad, de su sentido de solidaridad, del valor, de su capacidad para no perderse en el olvido del ser, de evitar irresponsabilidad ante la existencia; asimismo, estos mecanismos de los que habla Kundera, son muestra de la otra cara de la luna de lo humano, de la bajeza, a traición, el autoritarismo, la mentira y la fuga de la responsabilidad de vivir.
Ambas caras, sin maniqueísmos, constituyen, en la idea de Kundera, lo humano. Una y otra se corresponden en un juego interminable de contrarios complementarios. Pero además, una y otra se expresan tanto en el marco de las grandes proezas y más abominables crímenes que se han cometido en nombre de las mejores causas, como en el espacio trivial de la vida íntima de los individuos.

Antonio Tenorio
Tomado de: “ Entre la búsqueda y el hallazgo”, en Milan Kundera: La sabiduría de lo incierto. México: Plaza y Valdés. pp. 23-26  


martes, 31 de marzo de 2015

Vicente Huidobro: Eiffel, las Peras y los olmos


En ocasión del 126 aniversario de la inauguración de la Torre Eiffel
En el cumpleaños 101 de Octavio Paz

TORRE EIFFEL

Guitarra del cielo
tu telegrafía sin hilos
atrae las palabras
como un rosal las abejas.
Durante la noche
ya no corre el Sena
telescopio o clarín
Torre Eiffel
y es una columna de palabras
o un tintero de miel
En el fondo del alba
una araña de patas de alambre
urdía su tela de nubes
Mi niño
para subir a la torre Eiffel
se trepa por una canción
                   do
                     re
                       mi
                         fa
                           sol
                              la
                                si
                                  do
 ya estamos arriba
Un pájaro canta
en las antenas telegráficas
es el viento de Europa
el viento eléctrico
Allá abajo
los sombreros vuelan
tienen alas, pero no cantan
el Sena duerme
bajo la sombra de sus fuentes
Veo girar la tierra
y toco el clarín
para todos los mares
sobre el camino de tu perfume
todas las abejas y palabras se van
En los cuatro horizontes
quién no oyó este cantar.
YO SOY LA REINA DEL ALBA DE LOS POLOS
YO SOY LA ROSA DE LOS VIENTOS QUE SE MARCHITA CADA OTOÑO
Y TODA LLENA DE NIEVE
MUERO DE LA MUERTE DE ESA ROSA
EN MI CABEZA UN PÁJARO CANTA TODO EL AÑO
Así un día me habló la torre
Torre Eiffel
jaula del mundo
canta canta
repique de París
El gigante colgado en medio del vacío
es el cartel de Francia
el día de la victoria
Tú se la contarás a las estrellas


domingo, 29 de marzo de 2015

Bendita necesidad


Mas somos lo que hemos hecho.
Sufrimos, los años pasan,
dejamos caer el peso pero no nuestra necesidad

de cargar con algo. El amor es una piedra
que se asentó en el fondo del mar
bajo el agua gris...

Derek Walcott

Cuenta la leyenda que Alejandro Magno se dirigía a la conquista del imperio persa cuando llegó a Frigia (hoy, la ciudad de Anatolia, en Turquía). Ahí enfrentó un reto antiguo. Tiempo ha de que llegara Alejandro, los habitantes de Frigia vieron llegar a Gordias, a quien había anunciado el oráculo.
A Gordias lo eligieron rey, y éste, en agradecimiento ofreció al templo de Zeus su carreta y su lanza, atados de tal forma que los cabos de los nudos no se podía ver, por encontrarse en el interior. La leyenda concluye relatando sobre la creencia de que el nudo aquel era de tal modo imposible de zafar, que rápidamente se extendió la creencia de que quien lo lograse, conquistaría toda Asia.
Cuando Alejandro llegó a Frigia y se enfrentó al nudo (gordiano, en recuerdo de su creador), desenvainó su espada y lo cortó. Dicen que esa noche llovió y hubo tantos truenos que nadie dudó del beneplácito de Zeus, quien así expresaba que frente a la necesidad hay que actuar con iguales dosis de creatividad y deseo.

El mundo de los modernos, aquel que se despliega sobre la confianza ciega del pienso luego existo tiene siempre, se sabe bien, una explicación para todo y gusta de marcar los territorios de lo posible y mensurable, respecto de todo aquello que, se dice, no se puede comprobar.
Mas lo que en la puntual enumeración moderna de lo posible se nombra como imposible, la transmutación, universo a contracorriente de lo visible, estos desdoblamientos, sobre posiciones y paralelismos, adquieren carta de naturalización y se tornan en el punto de apoyo del que emergen encuentros, desencuentros, desplazamientos, carnalidades, espiritualidades,  amores y desamores que se configuran y configuran toda vida vivida.
Ananké, la llamaban los griegos. Diosa de la necesidad, madre de las Moiras, incorpórea y serpentina, cuyo abrazo, se transfigura en un amarre que abarca el universo entero.
Sin rostro ni rastro en el tiempo primero, Ananké es lo inevitable, lo necesario, la compulsión, lo ineludible.
Aquella a la que, a diferencia de los modernos que suponen que todos los actos son resultado de la responsabilidad del sujeto, los antiguos atribuyeron una red invisible y más poderosa aun que los dioses. “La diferencia entre dioses y hombres, propone Roberto Calasso, se capta fundamentalmente en la relación con Ananké. Los dioses la sufren y la utilizan. Los hombres sólo la sufren”, dice el italiano.

Todo encuentro amoroso, o aun más, todo encuentro pasional, es la puesta en el mundo, y la apuesta por un mundo en el que Eros seduzca a Ananké, y con ello vuelva visible lo invisible.
Todo encuentro amoroso, o aun más, todo encuentro pasional se torna en un alegato fervoroso y vívido, aliado y alentado por  Eros, invitante al azoro y la ensoñación, que apela en la propia metáfora de lo inasible de la pasión, en un desplazarse por el mundo, a situarnos frente al acto escritural como el triunfo del deseo sobre la necesidad. O aun más.
Desear es, al modo de los dioses, no de los mortales, usar  y no sólo padecer a Ananké.
Sólo así se puede ser, y ser en y para (lo) otro. Se es en singular, y se es en el ser de la sigularidad humana de que es plural en el que Anaké sucumbre al desatino y destino de Eros.

Amor, pasión, deseo, a final de cuentas, en la memoria metáfora sobre las preguntas de la existencia humana, en la que el poder del arte para hacer visible lo invisible pone al descubierto la sobre posición y el desdoblamiento, la simultaneidad, antes que de Ananké y su fatal red invisible, los portentos de Eros y sus astucias para liberar la nave de la vida, aun dejando el nudo, a la manera en que lo hiciera, desafiante y astuto, Alejandro en Gordio.  
Qué hacer, podríamos repetir nosotros con ella envueltos en nuestras propias encrucijadas cotidianas, en nuestro propio desamparo frente al reino de la necesidad. Frente a la mayor cárcel que es no terminar de saber quiénes somos.
Desear, pudiera responderse como quien desea encontrar en un Eros que enarbola una antorcha, una luz para vislumbrar e intervenir sobre nuestra propia existencia, así sea en la penumbra, así sea librando cada uno de los nudos que la necesidad impone.

Sortear la vida entre nudos no significa la capitulación del deseo ni la resignación fatal de estar sujetos, pasivos,  inmóviles, paralizados frente al miedo, negados a encontrar y encontrarnos en ese instante que extremo prodigioso asoma en la penumbra y hace visible lo invisible. Que hace posible la música, el gozo, la pintura, la pasión, la escultura, la entrega, la danza, la literatura.
 Ese instante prodigioso que hace posible la vida misma.


Imágenes: Anna Kagan

jueves, 26 de marzo de 2015

Incluso cuando se inventa...

Ten siempre a Itaca en tu mente. 
Llegar allí es tu destino. 
Mas no apresures nunca el viaje. 
Mejor que dure muchos años 
y atracar, viejo ya, en la isla, 
enriquecido de cuanto ganaste en el camino 
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje. 
Sin ella no habrías emprendido el camino. 
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado. 
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, 
entenderás ya qué significan las Itacas.
Constantino Cavafis


Ha sido el propio Claudio Magris, en ocasión de recibir el Premio Príncipe de Asturias, quien ha dejado establecida con toda claridad su idea de que escribir es transcribir.


“Incluso cuando inventa –asegura Magris—un escritor transcribe historias y cosas de las que la vida le ha hecho partícipe: sin ciertos rostros, ciertos eventos grandes o pequeños, ciertos personajes, ciertas luces, ciertas sombras, ciertos paisajes, ciertos momentos de felicidad y de desesperación, no habrían nacido muchas páginas. Por tanto debería compartir este premio con todos los coautores de lo que he escrito, hombres y mujeres que han compartido mi existencia y forman parte de mí. Solamente mirando esos rostros –advierte Magris—puedo ver el mío, como en un espejo que de lo contrario estaría vacío…”La transcripción del mundo no es, por tanto, un acto idílico que surge de algo mal nombrado inspiración o peor aún de la nada. Se transcribe ese pequeño fragmento de la existencia transfigurada en parte de un diálogo atemporal que se construye cruzando tiempo y espacio, insertándose en la vida de los otros y permitiendo que la vida de éstos se inserte en la nuestra.


Un ejercicio de la mirada que se torna palabra y que resignifica las relaciones que las cosas que pueblan el mundo, que las voces que lo habitan, tienen entre sí. “Tiende el poeta su abierta mirada sobre el mundo que habita, señala el mexicano Rubén Bonifaz Nuño, y lo recoge en ella, lo reúne; lo comprende y lo comunica, comprensible. Gracias a él, nosotros, hombres comunes, columbramos ese mundo en un instante inmóvil; lo columbramos iluminado y a salvo de la muerte.”
De una muerte que no es otra que el olvido. Un olvido del mundo que pronto se torna para quien lo padece en un olvido de sí. Si Magris debe a quien él ha leído; nosotros le debemos a él. Es su escritura ese caudal bajo cuya fuerza y lucidez se forja un espejo, antes que del mundo como algo abstracto y ajeno, como una realidad susceptible de ser vivida.


Porque es la escritura en Claudio Magris, en él, a través de él, la trascripción antes que de una realidad con pretensiones de objetividad, el despliegue de una experiencia interior en la que el mundo propio se ensancha en la medida en que vamos siendo capaces de interpolar, de hacer dialogar, de construir analogías, entre las situaciones abiertas por un texto y la situación particular de quien lee.


Así, la lectura nos lleva de lo desconocido a lo familiar y de ahí a lo entrañable, a lo luminoso, a lo que diciéndonos del mundo nos dice de nosotros mismos. Viajero en el sentido literal y en cuanto posibilidad del pensamiento, Magris es un incitador del viaje. Un instigador para que nos movamos de nuestros lugares comunes y nuestras certezas predispuestas.
Viajamos con Magris, cruzando a Magris, paseando la imaginación como quien desliza un dedo sobre el mapa de un territorio que se abre al asombro. Emprendemos el camino para encontrar y encontrarnos. Una marcha cuyo sentido no es, como quisiera el mundo de lo pragmático, la llegada, sino el trayecto. Demorémoslo, pues; tal cual llama Cavafis. 
ClaudioMagris
ConstantinoCavafis
Imágenes: Valéria Dénes
   

domingo, 22 de marzo de 2015

Jeroglífico al centro




Guárdame junto a ti, cerca de tu ombligo en que principia el aire
César Moro

 Frota la puerta doce veces con el clavo que hay en mi ombligo, ella le dijo. El ombligo, quizá el mismo, quizá el único, el de todas y todos, en el que se puede vertir o sorber hasta una onza de almizcle. El perfume, se puede saber o no, pero sentir de cualquier forma, de fuerte aroma segregado por una glándula del ciervo.


Mientras, en el tiempo anterior posterior del mito se hace saber que, siendo por entonces la Tierra plana y circular, el dios de dioses, Zeus, quiso determinar el centro exacto de aquella extensión bajo su mando y cuidado.
Lanzó dos águilas, dos, y les ordenó que volaran a la misma velocidad desde cada uno de los extremos del díametro del círculo que ocupaba la Tierra. Las águilas, quizá por estar exhaustas, quizá porque en algún sitio hubo de ser, se encontraron en Delfos.
Razón suficiente para que ahí, exactamente ahí, se erigiera el imponente Tempo de Apolo, y para que en el centro justo de ese centro, en el interior del magnífico templo se colocara una piedra de mármol que nadie habría de mover jamás.
Piedra a la que de haber sido este nuestro tiempo se le hubiese llamado, ombligo; en aquella lejanía cercana nuestra, sin embargo se le nombró Ónfalo, quedando en ella fijado el centro del mundo.En celo el dios de saber, en celo mayor aun el ciervo aquel, puede suponerse con posabilidad de errar. Pues ya sea en el cuento de cuentos, Las Mil y una noches, de donde proceden las referencias iniciales, o el canto poético al cuerpo desde El Cantrar de los cantares, o el mito, el ombligo es centro de muchos centros, y hueco cuyo vacío derrama miel del ensueño y ecos de la adivinación del otro.

Púdicamente cubierta o a la vista de quien se quiera aventurar, sobre el vientre de ese territorio de lo real y lo simbólico que es el cuerpo humano, asoma una pequeña cavidad que nos recuerda que hemos nacido. 

Cicatriz, huella, llaga, evocación del origen, indicio en sueños de vigor o de calamidades, el ombligo es el sitio donde todo converge. Centro del cuerpo y, por extensión, centro del universo.

A su modo, cada cultura ancestral estableció el nexo metafórico entre el ombligo y sus preguntas acerca del sitio donde se halla la explicación primera y última de las cosas.Si para los griegos uno de los significados de la palabra omphalós fue “centro del timón”, los romanos llamaron umbilicus a una pequeña concha blanca y plana, como de la que debió haber nacido Venus, ilustra Gutierre Tibon, que usaban como remedio mágico contra el dolor de cabeza; al tiempo que en el mundo azteca, la propia palabra México, da cuenta de una ubicación excepcional: “el ombligo de la luna”.


Babilonia reclamó para sí el nombre de “puerta del cielo”, pues representaba el centro del mundo; al monte Meru, en la antigua Persia, se le reconoció como “el ombligo de los mares”; y en latín Jerusalén era llamada umbilicus mundi, siendo representada en los mapas medievales como punto central del universo.En Delfos, apunta Platón, Apolo se había establecido en “el ombligo de la tierra para guiar al género humano”. Desde entonces, quizá, como se hacía en el antiguo santuario de la adivinación, en Delfos, proseguimos intentando encontrar el centro desde el cual se construye el sentido de los designios divinos y los afanes humanos.Así, como si se tratara de un jeroglífico marcado en la piel, el ombligo ha sido cubierto o develado según la época. En los sesenta, bikinis y las blusas ombligueras, hoy de vuelta, se sumaron al caudal de colores chillantes y pantalones ceñidos en lo que fue una nueva manera de asumir el cuerpo y sus fronteras.


Vestidos con arracadas, piercings y tatuajes, es difícil determinar si los ombligos del presente mantienen vigentes las simbologías del pasado.Bastará, sin embargo, con recordar la primera vez que nuestra mirada se escabulló hasta el ombligo de la persona amada, para saber que por debajo de esa leve hendidura, cual si fuera la disimulada entrada al corazón de un volcán, habita una voz que no deja de pronunciar nuestro nombre, de llamarnos al encuentro.Al encuentro en esa cavidad del mundo, en ese hueco de la existencia en que habiendo sido uno, tornamos en dos, para en algún instante, ombligo con ombligo, retornar al estado primigenio de la unicidad, dos que son, vuelve a ser, uno solo.


 César Moro(Lima, Perú, 1903-1956)
Imágenes: AnaMaria Maolino (Italia, 1942)