martes, 5 de septiembre de 2017

Emmanuel Carrére: mostaza

La cizaña no tiene biografía




Imposible. Lo que acontece. Agitación. De lo sereno. 

Ironías del maldiciente. Testimonio. Registro. Camino. Registro.    

Bach llegó a Leipzig en 1724. El Viernes Santo de ese mismo año se interpretó por primera vez su Pasión según San Juan. 

Cinco años más tarde, se estrenaría la cantata dedicada a San Mateo, también un Viernes Santo.

Durante años, se atribuyó a Bach una tercera obra consagrada a Lucas.

Siglos más tarde, en 1966, el polaco Penderecki, se encargó de componer un aclamado oratorio dedicado a Lucas. 

Si alguna deuda había, estaba saldada.

 De Lucas se ha ocupado también brillantemente el francés Emmanuel Carrére, al hacerlo el personaje sobre el que se teje su libro El Reino

Como en obras previas, Carrére encuentra en la mixtura investigación, autobiografía y no ficción ficcionalizada, un espejo de nuestro tiempo.

A quien cree, su fe le inviste de una certeza. “Un ateo cree que Dios no existe. 

Un creyente sabe que Dios existe”, escribe un Carrére que da cuenta de sus años de conversión.

Lucas, el único de los evangelistas.

El que no conoció a Jesús, deslumbra al francés, llevándolo a escribir un libro que, animado por el enigma de la fe, se torna en un proceso de indagación personal sobre la cuestión del otro y la escritura como reconocimiento.

Mi vocación, expresa en El Reino, era “escribir a mi vez un testimonio verídico”. 

La verdad y lo verídico, su compleja e indisoluble imbricación, es el asunto central. 

Su vehículo, la escritura; en su sentido más amplio. Bach incluido.

Más allá de toda fe, discurre Carrére, “la apuesta de la vida en común consiste en descubrirse a uno mismo, descubriendo al otro”. 

Su envenenada contracara, esa “cólera sorda dirigida contra el mundo entero”.

Lejos del panfleto, Carrére es capaz de insinuar a la escritura como un “combate del alma”. 
Un proceso de transformación.  
“Escuchar mis palabras y ponerlas en práctica es construir sobre piedra: si sopla el viento y cae la lluvia, la casa resistirá”.

Hay quien encuentra su ideal, se lee en El Reino, en “observar la absurda agitación del mundo, sin participar en ella, con la sonrisa superior”. 

Más lesivos, acaso, aquellos que, en exacerbar la convulsión, suponen hallar bálsamo a la insoportable punción que les corroe.

Ejercicio continuo de atención, paciencia y humildad. Alerta Carrére, sobre todo de humildad.


 La de un acorde. 

Una voz. 

Un grano de mostaza.


El autor es narrador, ensayista y profesor. Su libro más reciente es De la memoria, el deseo. Doce ensayos sobre la escritura como disolvencia (2017)
@atenoriom
antoniotenorio.com

2 comentarios:

  1. La escritura puede ser espejo del alma o un método para evadirse, de cualquier manera es una forma de intentar permanecer en el mundo. Gracias querido Toño.

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  2. Excelente. La verdad, todo e nuevo para mi; y, bienvenido.

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