La cizaña no tiene biografía
Imposible. Lo que acontece. Agitación. De lo sereno.
Ironías del maldiciente. Testimonio. Registro.
Camino. Registro.
Bach llegó a Leipzig en 1724. El Viernes Santo de ese
mismo año se interpretó por primera vez su Pasión según San Juan.
Cinco años
más tarde, se estrenaría la cantata dedicada a San Mateo, también un Viernes
Santo.
Durante años, se atribuyó a Bach una tercera obra
consagrada a Lucas.
Siglos más tarde, en 1966, el polaco Penderecki, se encargó
de componer un aclamado oratorio dedicado a Lucas.
Si alguna deuda había,
estaba saldada.
De Lucas se ha
ocupado también brillantemente el francés Emmanuel Carrére, al hacerlo el
personaje sobre el que se teje su libro El
Reino.
Como en obras previas, Carrére encuentra en la mixtura
investigación, autobiografía y no ficción ficcionalizada, un espejo de nuestro
tiempo.
A quien cree, su fe le inviste de una certeza. “Un ateo
cree que Dios no existe.
Un creyente sabe que Dios existe”, escribe un
Carrére que da cuenta de sus años de conversión.
Lucas, el único de los evangelistas.
El que no conoció a
Jesús, deslumbra al francés, llevándolo a escribir un libro que, animado por el
enigma de la fe, se torna en un proceso de indagación personal sobre la
cuestión del otro y la escritura como reconocimiento.
Mi vocación, expresa en El Reino, era “escribir a mi vez un testimonio verídico”.
La verdad
y lo verídico, su compleja e indisoluble imbricación, es el asunto central.
Su
vehículo, la escritura; en su sentido más amplio. Bach incluido.
Más allá de toda fe, discurre Carrére, “la apuesta de
la vida en común consiste en descubrirse a uno mismo, descubriendo al otro”.
Su
envenenada contracara, esa “cólera sorda dirigida contra el mundo entero”.
Lejos del panfleto, Carrére es capaz de insinuar a la
escritura como un “combate del alma”.
Un proceso de transformación.
“Escuchar mis palabras y ponerlas en práctica
es construir sobre piedra: si sopla el viento y cae la lluvia, la casa
resistirá”.
Hay quien encuentra su ideal, se lee en El Reino, en “observar la absurda
agitación del mundo, sin participar en ella, con la sonrisa superior”.
Más lesivos, acaso, aquellos que, en exacerbar la
convulsión, suponen hallar bálsamo a la insoportable punción que les corroe.
Ejercicio continuo de atención, paciencia y humildad. Alerta
Carrére, sobre todo de humildad.
La de un acorde.
Una voz.
Un grano de mostaza.
El autor es narrador, ensayista y profesor. Su libro más reciente es De la memoria, el deseo. Doce ensayos sobre la escritura como disolvencia (2017)
@atenoriom
antoniotenorio.com
La escritura puede ser espejo del alma o un método para evadirse, de cualquier manera es una forma de intentar permanecer en el mundo. Gracias querido Toño.
ResponderEliminarExcelente. La verdad, todo e nuevo para mi; y, bienvenido.
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