El poeta que todo lo cambió
En 1915, Rubén
Darío decidió volver a su patria, Nicaragua. Un año después, aquella vida
agonizaba tras recibir de último momento la extrema unción.
Cuentan las
crónicas de la época que a su muerte, en el sepelio hubo de todo: flores, dolor,
gritos e incluso quien buscaba tocar al amortajado como si se tratara de los
despojos de un santo.
Punto nodal en
la construcción identitaria americana, después de Darío, se sabe bien, la
poesía Iberoamericana jamás volvió a ser la misma.
Se trata, aún, antes que de
una influencia, de un límite a alcanzar o traspasar, usando la expresión de
Octavio Paz.
Es ese tipo de poeta, dice Borges, que cuando ha pasado por una
literatura todo en ella cambia.
A decir de
Aníbal Sánchez-Reulet, quien en 1967, centenario del nacimiento del poeta,
organizara en la Universidad de California un magno homenaje, Darío no alcanzó
nunca a comprender él mismo, la trascendencia de ese “extraño sincretismo que
oscilaba entre lo pagano y lo cristiano; que yuxtaponía el Oriente y el
Occidente; que, para mayor escándalo, poblaba la selva americana de deidades
exóticas”.
De vida al filo
del garete, Darío fue nombrado por el gobierno de Nicaragua como Enviado
Especial para las fiestas del Centenario en México, mas en el trayecto de
Francia a nuestro país, el poeta se entera que el Presidente de su país ha sido
depuesto.
Ante ello, el gobierno de México se niega a recibirlo oficialmente. Alcanza
a visitar Xalapa, donde le regalan una piña, y en Veracruz se realiza una
velada literaria en su honor.
Alfonso Reyes recordará conmovido: “Noche hubo en
que el pueblo en masa esperó la llegada
de Rubén Darío, en la Estación del Ferrocarril Mexicano”.
Años más tarde,
hace un siglo exactamente, apenas fallecido, se cuenta que al cuerpo se le
arrancó el cerebro y el corazón, para estudiarlos.
El cerebro fue entregado
poco después a la viuda, la célebre Rosario Murillo. Pero el corazón, que había
sido extirpado y puesto en un vaso por el Dr. Luis H. Debayle, permaneció con
éste por años.
El poeta que todo lo cambió
Punto nodal en la construcción identitaria americana, después de Darío, se sabe bien, la poesía Iberoamericana jamás volvió a ser la misma.
Es ese tipo de poeta, dice Borges, que cuando ha pasado por una literatura todo en ella cambia.
Al final, Debayle lo devolvió, convencido tal vez ya que cual
escribiera el propio Darío: las vidas de palpitantes corazones...son águilas
con las alas extendidas/(que)se contemplan en el centro de una/atmósfera de
luces y de vidas.
www.antoniotenorio.com
Texto aparecido originalmente el 10 de febrero de 2016 en el Diario La Crónica de Hoy, editado en la Ciudad de México.
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