La estoica confianza en la razón
Umberto Eco, In Memoriam.
El mundo era otra cosa, claro. En
parte, porque la radio también lo era. 15 años antes de la caída del Muro de
Berlín, la Radio Nacional de Canadá invitó a George Steiner a dar cinco
conferencias para ser transmitidas en vivo. Profesor distinguido en Cambridge,
y al mismo tiempo colaborador habitual en The
New Yorker desde 1967, Steiner era ya para entonces eso que Bourdieu
llamaría un Homo Academicus.
Publicadas en conjunto bajo el
título de Nostalgia del absoluto, las
conferencias proponen una idea central: el quiebre de los sistemas de verdad
imperantes. La transmisión tuvo lugar en el otoño de 1974. Diez años más tarde,
una buena parte del mundo, conmemoraría la llegada del año con el que
míticamente George Orwell marcó el título de su célebre novela: 1984.
El propio Steiner escribiría por
esas fechas para The New Yorker cómo "para cientos de millones de hombres y mujeres del
planeta, el por desgracia célebre clímax de la visión de Orwell, ´si queréis
una imagen del futuro, imaginad una bota pisoteando una cara humana´, no es
tanto una profecía como una imagen banal del presente".
En el paisaje austriaco de su
infancia, recuerda Steiner en Errata,
“el odio a los judíos flotaba en el ambiente. De ese respirar en “un mundo
convertido en col hervida”, proviene quizá la capacidad de Steiner para
encontrar en el aire las señales de su tiempo. Enredados constantemente en una
urdimbre de crisis que nos flagela, para usar sus palabras, Steiner fue capaz
de sospechar el ansia de absoluto que aguardaba. Así no alcanzara a ver, en
aquel lejano 1974, la magnitud de la barbarie que hoy asola al mundo entero.
1984 fue terminada en noviembre de
1948. De hecho, el título es un juego de números. "Conforme trabajaba con su novela, Orwell llegó a
ver el mero acto de escribir como una de las postreras posibilidades de
resistencia humana", cuenta Steiner, en lo que bien pudiera ser aplicado
sobre él mismo. Sobre alguien que, como dijera alguna vez Levinas sobre
Husserl, sigue representando, aun en
días aciagos como los que corren, la estoica confianza en la razón.
Un profesor. Un genuino rabinonim.
Raíz hebraica, recuerda Steiner, de la palabra profesor. “La profesión más enorgullecedora y, al mismo tiempo, la más
humilde que existe".
Este texto apareció originalmente en el Diario La Crónica de Hoy, editado en la Ciudad de México, el miércoles 24 de febrero de 2016.
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