viernes, 15 de julio de 2016

Johan Huizinga: barbarie

La tarea principal de la cultura

 
 
 

Bosquejo. Trazo incompleto. Vista general. Toda biografía es un boceto.

Cuantimás si, como en el caso de Erasmo, la vida se ha vaciado con fervor en diez tomos de escritura ardiente. En el genio del no conformismo y de la contestación. Y no menos, en el tormento de las feroces contradicciones, como bien apunta Bataillon.

De modo extenso y formas variadas, a Erasmo lo empuja sin embargo una convicción esencial. La misión principal de la cultura es evitar el triunfo de la barbarie. Abocado a humanizar a la humanidad, escribe Sweig en su célebre ensayo: “Erasmo: triunfo y tragedia”, resiste a lo común y lo trivial, revelándose glorioso en su desprecio a la gloria, tal cual escribiera él mismo sobre Juan Bautista.



Holandés al igual que Erasmo, de quien escribiera una brillante biografía, Johan Huizinga dictaen 1935, en Bruselas, una conferencia que a la postre será parte de su legado fundamental.

Diestro radiógrafo de su época, Huizinga intentará advertir sobre la dimensión de la tragedia que se avecina. Así, apenas un par de meses más tarde, concluye un libro a partir de las ideas básicas de aquella conferencia. El título del volumen es largo y certero: “Entre las sombras del mañana: diagnóstico de la enfermedad cultural de nuestro tiempo”.



Conocido básicamente por dos libros,“El otoño de la Edad Media” y “Homo Ludens”, Huizinga lanza un llamado casi profético: “Vivimos en un mundo enloquecido. Y lo sabemos. A nadie sorprendería que, huido el espíritu, la locura estallase de repente en frenesí, dejando embrutecida y mentecata a esta pobre humanidad europea…”.

Pocos quisieron entender entonces la magnitud de lo que se asomaba. El propio filósofo será apresado años más tarde por los nazis, confinado y desterrado hasta su muerte en 1945.



De Donato y Diómedes, Erasmo retomó una fórmula denominada adagios. Mezcla de proverbios y alegorías, dice, útiles en la educación de la vida, en darle sentido.

Miembro por derecho de esa legión de antibárbaros, Huizinga advertía hace 80 años, sobre el peligro de menospreciar “la creciente indiferencia crítica”, la debilitación generalizada del juicio, el rápido y letal contagio de una enfermedad cultural llamada barbarie.



Es posible, quiso alertar, que vayamos andando por un camino en el que sin percatarnos se ha abierto una grieta.

Frente a la barbarie del presente, pareciera que, quizá, caminemos ya no sobre la grieta, sino dentro de ella.

Quizá.

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