La escritura que se habita
Una posición. O
mejor dicho, una toma de postura. La enunciación, y defensa razonada, por
supuesto, de un punto de vista, claro y con sustento. Una tesis. Situar y
situarse.
Triunfo de la
voluntad y del intelecto, parafraseando a Wittgenstein, casi 25 años tomó a
Derrida concluir su tesis doctoral. Al final, advierte a su jurado: “(Lo hago)
quizás porque empezaba un poco demasiado a saber no adónde iba, sino dónde
estaba, no dónde había llegado sino dónde me había parado”. Oscilaciones,
dudas, avances, retrocesos, mecanismos vigentes y caducos de la legitimidad
institucional y personal, la tesis se vuelve, revela Derrida, en un lugar que
el sujeto habita.
En medio de ese
tiempo y espacio de la incertidumbre, quien ahí estremecido ha habitado, no puede
más que sentir una filial gratitud por Umberto Eco y acaso el menos sesudo, el
más sencillo de sus libros, ese mismo que ni siquiera alcanza el título de
libro y queda en el escalón anterior, el de los manuales, el de las
“instrucciones” y la metodología: Cómo se
hace una tesis. Que es por sobre todo un cómo hacer para lograr vivir ese
espacio sin el que tiempo devore a su habitante. Un camino, doble, para que el
sustentante consiga esa también doble reelaboración: la de su materia y la de
él mismo. Y en la convergencia, un “Cómo hacer(se) una tesis”.
Debería por lo
tanto alertarnos que, justo cuando más necesitado se muestra el mundo de
sujetos capaces de establecer posiciones argumentadas, frente a lo que el mismo
Eco llamaba el fundamentalismo salvaje, las universidades hayan ido descartando
la tesis en pos de mejorar sus índices de eficiencia terminal. "La
intolerancia más peligrosa es precisamente aquella que surge en ausencia de cualquier
doctrina, como resultado de pulsiones elementales". Y no hay, no puede
haber, doctrina donde no hay postura, donde todo es contingencia.
Puede así que Cómo se hace una tesis parezca el más
sencillo de los libros de Eco. Pero si Fichte tenía razón y la tesis es la
posición absoluta del sujeto, el modesto manual del italiano ilustre se torna
en la mano del Virgilio que conduce, pero sobre todo, acompaña. De ahí la
gratitud imperecedera. Antes, sí, justo antes de que pretendan hacernos creer
que como la tesis, pensar es un anacronismo.
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