viernes, 11 de marzo de 2016

María Moliner: Palabra dada

Razón de vida



 
 
Comenzar por lo básico. El alfabeto. Y en él, el mundo entero. Un repertorio limitado capaz de nombrar y describir, inconmensurable, el universo.

Cumple 50 años el Diccionario que casi como una proeza personal realizara María Moliner, y que con toda justicia lleva su nombre. Creyente de la pragmática, Moliner propuso un diccionario de uso, convencida de la utilidad de esta herramienta para comprender a los otros.
 
 
 

María Moliner murió en Madrid en 1981. Lejos de esta época en que reina el improperio. La procaz fantasía de que el otro será fulminado por el rayo de un adjetivo denigratorio. Una sola palabra. Una. No para descifrar el mundo y su complejidad, sino para ridiculizar, ofender, amedrentar, aniquilar al otro.



  La celebración de un diccionario, o de eso que podríamos llamar su aliento mayor, una enciclopedia, es por tanto la celebración de un acontecimiento cultural de la más alta relevancia. No es la manía del orden por el orden mismo, ni el estrechamiento lexical de la realidad lo que lo mueve, sino por el contrario, el testimonio de una vida vivida para comprender ese universo. De la Encyclopédie a Wikipedia, pasando por Moliner, una hazaña intelectual, personal y de época.

A grado tal, que es justamente como el triunfo de la razón en tiempos irracionales, como Philipp Blom decidió subtitular a su deslumbrante estudio sobre el mundo en que emerge la Encyclopédie de Diderot y D´Alambert, “presagio no sólo del triunfo de la Revolución francesa, sino de los valores de los dos siglos venideros”, dice Blom. Desmesurado, cual utopía que era, el proyecto de la Encyclopedié, termina vinculada al ideal de vida de quienes participan en ella. “Lo que identificaba a los enciclopedistas como grupo no era su posición social sino su compromiso con una causa”, escribe Darton. Esa causa es el espíritu de la razón frente a la decadencia.


Con las palabras hacemos cosas, enseñó J.L. Austin. Al menos tres. El decir mismo; lo que ese decir hace: intimidar, prometer…; y, lo que hacemos porque lo hemos dicho. A la luz del menosprecio actual por la palabra, alecciona que Austin terminara sus días como titular de la Cátedra de Filosofía moral de Cambridge. Frente a la palabra dada, sí, lo que hay siempre es un dilema moral. Moliner tenía razón: en la vida, la palabra es ante todo una cuestión de escrupulosidad.
 

@atenoriom

www.antoniotenorio.com

 
Este texto apareció originalmente publicado el 09 de marzo de 2016, en el Diario La Crónica de Hoy, que se edita en la Ciudad de México.

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