miércoles, 18 de marzo de 2015

Memoria en vida

Memoria iluminada, galería donde  vaga
la sombra de lo que espero. No es verdad
que vendrá. No es verdad que no vendrá.
Alejandra Pizarnik

De acuerdo con la mitología, Mnemosyne, fue la mujer con quien Zeus procreó las nueve musas, luego de seducirla vestido de pastor.
De esta unión nacieron, según su nombre y campo al cual están abocadas a dar protección: Caliope: poesía épica; Clío: historia; Erato: poesía lírica y cantos sagrados; Euterpe: música de flauta y algunos otros instrumentos de viento; Melpómene: tragedia; Polimnia: arte mímico; Talía: comedia; Tersícore: música general y baile.


Las nueve estaban dedicadas a divertir a los dioses del Olimpo, estaban bajo la dirección de su padre, Zeus, y eran veneradas por todo aquel que se dedicaba a labores intelectuales, filosofía, diálogos, etc. Mnemosyne, su madre, es presentada como hija de Cronos y Rea, y se cuenta que  parió a sus hijas, las musas en el monte Pierius.Por su parte, atribuye Cicerón en su De oratore al poeta Simónides la invención de la memoria. Lo hace en una mezcla de leyenda y mito en el que intervienen, además, los gemelos Cástor y Pólux.
Lo relatado por Cicerón da cuenta de una reunión convocada por un noble de la ciudad de Tesalia llamado Scopas.
Ahí, luego de que el poeta recitara sus versos y de que al hacerlo hubiera dicho que los dedicaba por igual al anfitrión y a los dioses gemelos, Scopas se negó a darle la paga completa arguyendo que la otra parte, la mitad, debía cobrárselas a los gemelos con quienes él, el noble, había tenido que compartir la dedicatoria de los poemas.


Desconcertado ante tal actitud el poeta recibió un mensaje de la puerta de la casa. Afuera lo esperaban dos personas que le pedían saliera con premura. Simónides accedió y fue al encuentro de los desconocidos que lo llamaban. Grande fue su sorpresa cuando al llegar ala puerta descubrió que no había nadie.
Mientras tanto, en el interior de la casa, se desplomó el techo de la estancia en la que la fiesta tenía lugar. Todos quienes estaban ahí murieron aplastados por el tejado.
Muertos todos, Simónides, sin embargo fue capaz de recordar el lugar exacto en el que cada uno de los invitados y el anfitrión se hallaban en la sala. De ese modo pudo indicar, en medio de cuerpos mutilados e irreconocibles, el lugar en el que cada deudo debía recoger el cadáver de su familiar.


De los visitantes, se dice, que no fueron otros si no Cástor y Pólux quienes, salvándole la vida, retribuyeron al poeta. A partir de ahí, subraya Cicerón queda clara, al reparar en la utilidad de que Simónides hubiera podido recrear el lugar de cada invitado, la importancia de una memoria ordenada.Se trata, instruye Cicerón al tocar el punto de la memoria como una de las cinco partes de la retórica, de adiestrar a la mente para tener la capacidad de seleccionar lugares y aparejarlos con imágenes mentales de las cosas que se deseen recordar, para luego almacenar esas imágenes en esos lugares.


El orden de los lugares habrá de preservar, según esta instrucción, el orden de las cosas. Las imágenes de las cosas, por su parte, habrán de denotarlas. Lugares e imágenes, respectivamente, jugarán el papel de una tablilla de cera y de letras escritas sobre de ella.Presente el nuestro en el que caminamos, navegamos es mejor decir, ya no como en la vida, sino a partir de vínculos que lejos de continuar se bifurcan de modo infinito.Una cosa y después otra, no es más, en el mundo de todo a la vez, el modo en que se camina. Las imágenes son difusas y los lugares idóneos que proclamó Cicerón, no están más cuando se intenta regresar a ellos.
La vida sin donde poner los objetos que no son objetos y que solemos llamar: memoria.


Alejandra Pizarnik (1936-1972)


Imágenes: Margit Anna (1913-1991)

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