jueves, 26 de marzo de 2015

Incluso cuando se inventa...

Ten siempre a Itaca en tu mente. 
Llegar allí es tu destino. 
Mas no apresures nunca el viaje. 
Mejor que dure muchos años 
y atracar, viejo ya, en la isla, 
enriquecido de cuanto ganaste en el camino 
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje. 
Sin ella no habrías emprendido el camino. 
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado. 
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, 
entenderás ya qué significan las Itacas.
Constantino Cavafis


Ha sido el propio Claudio Magris, en ocasión de recibir el Premio Príncipe de Asturias, quien ha dejado establecida con toda claridad su idea de que escribir es transcribir.


“Incluso cuando inventa –asegura Magris—un escritor transcribe historias y cosas de las que la vida le ha hecho partícipe: sin ciertos rostros, ciertos eventos grandes o pequeños, ciertos personajes, ciertas luces, ciertas sombras, ciertos paisajes, ciertos momentos de felicidad y de desesperación, no habrían nacido muchas páginas. Por tanto debería compartir este premio con todos los coautores de lo que he escrito, hombres y mujeres que han compartido mi existencia y forman parte de mí. Solamente mirando esos rostros –advierte Magris—puedo ver el mío, como en un espejo que de lo contrario estaría vacío…”La transcripción del mundo no es, por tanto, un acto idílico que surge de algo mal nombrado inspiración o peor aún de la nada. Se transcribe ese pequeño fragmento de la existencia transfigurada en parte de un diálogo atemporal que se construye cruzando tiempo y espacio, insertándose en la vida de los otros y permitiendo que la vida de éstos se inserte en la nuestra.


Un ejercicio de la mirada que se torna palabra y que resignifica las relaciones que las cosas que pueblan el mundo, que las voces que lo habitan, tienen entre sí. “Tiende el poeta su abierta mirada sobre el mundo que habita, señala el mexicano Rubén Bonifaz Nuño, y lo recoge en ella, lo reúne; lo comprende y lo comunica, comprensible. Gracias a él, nosotros, hombres comunes, columbramos ese mundo en un instante inmóvil; lo columbramos iluminado y a salvo de la muerte.”
De una muerte que no es otra que el olvido. Un olvido del mundo que pronto se torna para quien lo padece en un olvido de sí. Si Magris debe a quien él ha leído; nosotros le debemos a él. Es su escritura ese caudal bajo cuya fuerza y lucidez se forja un espejo, antes que del mundo como algo abstracto y ajeno, como una realidad susceptible de ser vivida.


Porque es la escritura en Claudio Magris, en él, a través de él, la trascripción antes que de una realidad con pretensiones de objetividad, el despliegue de una experiencia interior en la que el mundo propio se ensancha en la medida en que vamos siendo capaces de interpolar, de hacer dialogar, de construir analogías, entre las situaciones abiertas por un texto y la situación particular de quien lee.


Así, la lectura nos lleva de lo desconocido a lo familiar y de ahí a lo entrañable, a lo luminoso, a lo que diciéndonos del mundo nos dice de nosotros mismos. Viajero en el sentido literal y en cuanto posibilidad del pensamiento, Magris es un incitador del viaje. Un instigador para que nos movamos de nuestros lugares comunes y nuestras certezas predispuestas.
Viajamos con Magris, cruzando a Magris, paseando la imaginación como quien desliza un dedo sobre el mapa de un territorio que se abre al asombro. Emprendemos el camino para encontrar y encontrarnos. Una marcha cuyo sentido no es, como quisiera el mundo de lo pragmático, la llegada, sino el trayecto. Demorémoslo, pues; tal cual llama Cavafis. 
ClaudioMagris
ConstantinoCavafis
Imágenes: Valéria Dénes
   

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